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El Purgatorio


LA IDEA DEL PURGATORIO tiene sus raíces en el budismo y otros sistemas religiosos
antiguos, mucho antes de que existiera la iglesia católico-romana. En algunos de los escritos de
los primitivos padres de la iglesia, ya en los siglos tercero y cuarto de la era cristiana, se
encuentran evidencias de que ya se había introducido en el pensamiento cristiano la noción del
purgatorio, pero no fue reconocido oficialmente hasta el tiempo de Gregorio I. En tiempo de este
papa se agregó la idea de un fuego purificador a la creencia ya corriente de que había un lugar
intermedio entre el cielo y el infierno, al que iban las almas de los que no eran suficientemente
malos para ir al infierno con sus tormentos sin fin, ni suficientemente buenos para ir al cielo con
sus gozos santos y eternos. Este fuego purificador iría consumiendo gradualmente todas las
impurezas, hasta que el alma estuviera lista para ver a Dios En el siglo once era enseñanza
corriente que mientras los pecadores no arrepentidos iban directamente al infierno cuando
morían, y algunas pocas almas con méritos excepcionales iban derechas al cielo, la mayoría del
pueblo cristiano tenían que pasar necesariamente por el purgatorio; pero esta doctrina no fue
declarada artículo de fe hasta el año 1439. El “Fundamentos de la Doctrina Católica Contenidos
en la Profesión de Fe,” publicado por Pío IV, dice en forma de pregunta y respuesta:
Pregunta. “¿Qué clase de personas van al purgatorio?”
Respuesta. 1. “Las que el morir son reos de pecados pequeños, que comúnmente se llaman
veniales, como acontece a muchos cristianos, que salen de esta vida por muerte repentina u otra
manera antes de haberse arrepentido de estas faltas ordinarias.”
Respuesta 2. “Los que, habiendo sido reos de pecados más grandes, no han hecho plena
satisfacción por ellos a la justicia divina.”
Aquí se agrega otro pensamiento. A pesar del hecho de que, según la enseñanza romana
las almas del purgatorio han sido justificadas al tiempo de y por el bautismo, la justicia divina no
queda completamente satisfecha por ello, de modo que el alma, aunque se libre de los tormentos
del infierno, tendrá que sufrir la pena temporal debida a sus pecados en el purgatorio. Así lo
declara categóricamente el Concilio de Trento:
“Si alguno dijere que después de recibida la gracia de la justificación, se le remite la
culpa al pecador arrepentido y se destruye la pena del castigo eterno, y que no queda por pagar el
castigo temporal en este mundo o en el venidero, antes de que se le abran las puertas del reino,
sea anatema.” (Sesión 6.)
El purgatorio, por consiguiente, no encierra sólo la idea de la purificación, sino también
del castigo. Se nos dice que el fuego del purgatorio debe ser temido en gran manera. Un folleto
católico titulado Ramillete Espiritual Ofrecido a las almas del Purgatorio, dice: “El fuego del
purgatorio será más terrible que todos los sufrimientos corporales juntos. Un solo día en este
lugar de expiación podría compararse a mil de sufrimiento terreno.” Otro folleto, publicado con
el imprimátur del arzobispo de Montreal, titulado: El Purgatorio según las revelaciones de los
Santos, habla de un fraile franciscano, gravemente enfermo, a quien se le dio a elegir entre
quedar en la tierra por un año más o morir inmediatamente y pasar tres días en el purgatorio. El
fraile escogió morir. El ángel le visitó después de haber pasado un solo día en el purgatorio, y el
fraile le reprochó su crueldad por haberle dejado sufrir por un siglo, cuando lo estipulado era
solamente tres días. El ángel le aseguró que no había estado allí más que veinticuatro horas, y
que lo que le hacía pensar que había estado tanto tiempo era la grandeza de su angustia. Fue
puesto en libertad, y a vista de sus hermanos su alma volvió al cuerpo, y desde entonces no cesó
de exhortarles que hicieran penitencia rigurosa por las más pequeñas faltas, para que no tuvieran
que sufrir lo que él había sufrido. El mismo libro habla de una revelación que tuvo Santa
Margarita de Pazi, que en un éxtasis visitó el purgatorio por espacio de dos horas, durante las
cuales estuvo paseando por el jardín del convento, estrujando sus manos, lamentándose a gritos a
medida que iba contemplando los diversos departamentos de dolor: allí se encontraban
sacerdotes y monjas; en otro lugar estaban los impenitentes y desobedientes; en otro, los avaros y
mentirosos, a estos últimos se les echaba plomo derretido en sus gargantas. Estos no son más que
algunos casos, y lo que extraña es la similitud con los tormentos que se aplican en el infierno
budista, como se representan en los templos del Lejano Oriente.
¿Cuál es la duración de estos sufrimientos, a los que se supone tiene que hacer frente el
cristiano al morir, en los que están envueltos también sus parientes, y a los que se dirigen
rápidamente sus hijos? Nadie puede decirlo. Todo se halla en el terreno de la especulación y de
sueños terribles. Un escritor católico, Mazzarelli, hace sus cálculos a base de treinta pecados
veniales por día, y un día en el purgatorio por cada uno de ellos, lo que da un total de mil
ochocientos años por sesenta años de vida aquí, a lo que se debe añadir lo que corresponde a los
pecados mortales absueltos, pero no expiados completamente. Otro relata el caso del Papa
Inocencio III, que se apareció a Santa Lugarda, cuando estaba en las llamas del purgatorio, y le
dijo que tendría que sufrir allí hasta el Día del Juicio, y esto tratándose de un papa, que en su
tiempo dijo que era, y otros le reconocieron como vicario de Jesucristo, cabeza de su iglesia en la
tierra, y que tuvo en sus manos el poder de las llaves del reino del cielo, y el de atar y desatar.
¿Puede darse algo más increíble? Y sin embargo, ahí están los relatos para que otros los reciban
y los crean.
¿Qué pruebas aduce Roma para demostrar la existencia de este melancólico lugar,
preparado, no para los réprobos, sino para los cristianos? En primer lugar recurre a algunos
pasajes de la Escritura, de los cuales saca algunas deducciones, pero nada más deducciones.
Mat. 12:32. “Cualquiera que hablare contra el Hijo del hombre, le será perdonado; mas
cualquiera que hablaren los hombres, de ella darán cuenta perdonado, ni en este siglo, ni en el
venidero.” La deducción es que, puesto que hay un pecado que no puede ser perdonado en el
mundo del futuro, debe haber otros que si pueden ser perdonados, y como no pueden perdonarse
ni en el cielo, ni en el infierno, tiene que existir el purgatorio.
Mat. 12:36. “Yo os digo, que toda palabra ociosa que hablaren los hombres, de ella darán
cuenta en el día del juicio.” La deducción es que Dios no puede enviar al infierno a un alma por
una cosa tan trivial como una palabra ociosa. Por consiguiente, existe el purgatorio.
I Cor. 3:15. “Si la obra de alguno fuere quemada, será perdida: él empero será salvo, mas así
como por fuego.” Deducción: Existe el fuego del purgatorio, que quemará la escoria, pero del
que escapará el alma, después de haber sido purificada. Debe tenerse presente que lo que trata
aquí el apóstol no son los pecados de los hombres, sean grandes o chicos, sino la obra y servicio
cristianos. En el ver. 9 había dicho: “Coadjutores somos de Dios,” y después continúa:
“Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el
fundamento, y otro edifica encima.” El no permaneció en Corinto, sino que continuó a otros
lugares en los que Cristo no había sido aún predicado; otros siguieron en Corinto, levantando la
casa espiritual, con los verdaderos creyentes; pero otros no fueron tan fieles y sabios y
construyeron este templo de Dios con algunos que no eran verdaderos creyentes, a los que él
compara con madera, heno y hojarasca. El día en que el Señor regrese, toda su obra esta
destruida, aunque ellos mismos se salvarán. No recibirán recompensa por su servicio, sino
pérdida y vergüenza.
Luc. 12:59: “Te digo que no saldrás de allá, hasta que hayas pagado hasta el último maravedí.”
La deducción es que el pago puede ser hecho en el purgatorio y el alma con el tiempo será libre.
La verdad es, sin embargo, que este lenguaje no es más que un modo enfático de decir “nunca.”
Forma parte de una parábola, y el lenguaje es parabólico.
I Tim. 2:1: “Amonesto pues, ante todas las cosas, que se hagan rogativas, oraciones, peticiones,
hacimientos de gracias, por todos los hombres,” concluyéndose de aquí que el apóstol tenía en
mente a los muertos tanto como a los vivos, lo cual es increíble, a no ser que nosotros también
creamos en fantasmas, como los gentiles, y que los espíritus de los difuntos pueden regresar a la
tierra a mortificar a los vivos, pues el apóstol da la razón de esta recomendación: “para que
vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad” (1 Tim. 2:2).
2 Macabeos 12:46: “Es, pues, santo y saludable orar por los muertos para que se vean libres de
sus pecados.” Deducción: Es, por consiguiente, justo y provechoso orar para que sean libertadas
las almas del purgatorio. La primera respuesta a esto es que los libros de los Macabeos son libros
apócrifos, y por consiguiente, no pueden tomarse como base de una doctrina. En todo caso, el
versículo citado no dice nada acerca del purgatorio, y si lo hemos de tomar como un hecho
histórico real, no hace más que decirnos lo que hizo Judas Macabeo, cuando encontró ofrendas
votivas, tomadas de los templos paganos, en los cuerpos de los que habían sido muertos. Lo que
él escribió nos dice lo que él pensaba, pero con esto no establece ninguna doctrina cristiana.
Que la doctrina del purgatorio carece de todo fundamento bíblico lo da a conocer el hecho de que
Roma tiene que recurrir a pasajes como los citados, ninguno de los cuales menciona el
purgatorio, y basar sus argumentos en deducciones forzadas y carentes de veracidad. Al tratar de
defender esta doctrina, Roma recurre casi exclusivamente a citas tomadas de los padres de la
iglesia. En realidad lo único en que convienen unánimemente los padres es en la aceptación de
las Escrituras canónicas como última corte de apelación, a pesar de que diferían ampliamente a
veces en su interpretación. Roma no puede encontrar fundamento sólido para esta monstruosa
doctrina en la Biblia, cuya línea de enseñanza está completamente contra ella. ¿Qué medios
ofrece Roma para aliviar los dolores del purgatorio para uno mismo o para otros? Afirma
categóricamente que hay maneras de, por lo menos, aliviar los tormentos de los que sufren el
fuego del purgatorio, y aun de conseguirles la completa libertad, aunque no puede precisar el
tiempo. Acerca de esto el Concilio de Trento declaró:
“Puesto que la Iglesia Católica, instruida por el Espíritu Santo en los Escritos sagrados y
las tradiciones antiguas de los padres, ha enseñado en los santos concilios y últimamente en este
concilio ecuménico, que hay un purgatorio, y que las almas de los allí detenidos pueden ser
ayudadas con los sufragios de la misa, este santo concilio ordena a todos los obispos que
procuren con diligencia que esta sana doctrina acerca del purgatorio, que nos ha sido entregada
por los venerables padres y los sagrados concilios, sea creída, sostenida, enseñada y predicada en
todas partes por los fieles de Cristo.” (Sección XXV.)
¿Cuales son los “sufragios” que ayudan a las almas del purgatorio? Además de las misas,
se mencionan otros varios.
Las oraciones por los difuntos. Estas se supone que están apoyadas por las citas hechas
anterior mente de 2 Macabeos y I Timoteo. El folleto ya mencionado, Ramillete Espiritual
Ofrecido a las Almas del Purgatorio, dice: “Antes de retirarnos a descansar, pensemos en los
terribles tormentos de las pobres almas del purgatorio, y oremos por ellas.” Además de las
colectas especiales del servicio litúrgico, se espera que los católico-romanos hagan uso del
rosario en sus devociones privadas, que repitan cierto número de padrenuestros y avemarías ya
por sí mismos o por otros “con la intención” para asegurarles la libertad o remisión de sus penas.
El empleo de cuentas para la repetición de oraciones es muy antiguo, pero se enseña que el
rosario se lo enseñó a Santo Domingo la Virgen María, y que su uso, después de haber sido
bendecidas las cuentas, tiene aplicadas muchas indulgencias. Según las autoridades católicoromanas,
lo que lleva el nombre de La Capillita Corona para los Difuntos, ofrecida a la Virgen
María, puede conseguir por lo menos 23,300 días de indulgencia.
Las misas. Este es probablemente el medio que más se usa. El sacerdote recibe cierta
cantidad de dinero para decir un número determinado de misas, “con la intención” de que sean
aplicadas en el purgatorio a la persona por la que se dicen. Se enseña que no sólo se beneficia la
persona por la que se dicen, sino que también acumula méritos la misma persona que paga por
ellas.
Las limosnas. El hacer limosnas con la intención de que sean aplicadas a las necesidades
de un alma en el purgatorio es “como derramar agua en las llamas que la devoran.” “Así como el
agua apaga el más terrible fuego, también las limosnas borran el pecado.”
Toda la doctrina romanista del purgatorio y los medios por los que se pueden evitar sus
tormentos, está llena de absurdos trágicos y contradicciones, y está en franco conflicto con la
Palabra de Dios.
“Menoscaba la gloria de Cristo. Su sangre redentora es el único medio para limpiar
nuestros pecados, tanto en esta vida como en la venidera, y enseñar que se requiere el elemento
del fuego, y fuego material según el Cardenal Belarmino, para limpiar las almas después de la
muerte y hacerlas aptas para la presencia del Señor, es declarar insuficiente la sangre de Cristo.”
(Hadwen)
“Y como Jesús tomó el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, dio
el espíritu” (Juan 19:30).
“Y he aquí, el velo del templo se rompió en dos, de alto a bajo” (Mat. 27:51).
“Cristo, pontífice de los bienes que habían de venir, por el más amplio y más perfecto
tabernáculo, no hecho de manos, es a saber, no de esta creación; y no por sangre de machos
cabríos ni de becerros, mas por su propia sangre, entró una sola vez en el santuario, habiendo
obtenido eterna redención” (Heb 9:11, 12).
“Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Heb.
10:14).
“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el santuario por la sangre de
Jesucristo, por el camino que él nos consagró nuevo y vivo, por el velo, esto es, por su carne; y
teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, lleguémonos con corazón verdadero, en plena
certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua
limpia” (Heb. 10:19-22).
La enseñanza bíblica acerca de los muertos creyentes destruye toda la doctrina romana
del purgatorio.
Lucas 23:43. El Señor dijo al ladrón moribundo: “Hoy estarás conmigo en el paraíso.”
2 Cor. 5:8. “Mas confiamos, y más quisiéramos partir del cuerpo, y estar presentes al Señor.”
Fil. 1:21-23. “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir (no es el purgatorio, sino) ganancia. . .
Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de ser desatado, y estar con
Cristo, lo cual es mucho mejor.”
Col. 3:3. “Vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se
manifestare, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.”
2 Tim. 4:6-8. “Yo ya estoy para ser ofrecido, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado
la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada (no las
penas del purgatorio, sino) la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel
día; y no sólo a mi, sino también a todos los que aman su venida.”
Apoc. 14:13. “Y oí una voz del cielo que me decía: Escribe: Bienaventurados los muertos que de
aquí adelante mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, que descansarán de sus trabajos; porque
sus obras con ellos siguen.”

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