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El Culto


DEBEM0S EXAMINAR este asunto tanto desde el punto de vista de sus objetos como de sus
métodos. Cuando Satanás mostró a Jesús todos los reinos de este mundo y su gloria, y dijo que se
los daría a él, si postrándose le adoraba, nuestro Señor le contestó: “Está escrito: Al Señor tu
Dios adorarás, y a él solo servirás,” y en estas dos sentencias resumió de una manera positiva
todas las prohibiciones que hay en el Antiguo Testamento sobre la idolatría, y declaró que el
culto no se debe tributar más que a Dios.
En marcado contraste con esto, Roma da culto o “venera” una larga fila de objetos: el
Dios Trino, Cristo en la hostia durante el sacrificio de la misa, la Virgen María, los ángeles, los
apóstoles, una larga lista de santos con sus imágenes y reliquias, que pueden ser fragmentos de
sus restos mortales y de los objetos que usaron, y además una multitud de lugares santos. La
línea entre el culto y la veneración en esta lista se pone después de la hostia que es adorada como
Dios, y antes de la Virgen María, que encabeza la lista de personas y cosas que son veneradas.
Roma da mucha importancia a esta distinción, porque solamente así puede justificar el
quebrantamiento que hace de la ley de Dios. Ella compara la veneración con “el espíritu que
mueve a una madre a atesorar con cariño un rulito del cabello de su hijo muerto; el mismo
espíritu que mueve a los americanos del norte a atesorar la pluma que usaron los firmantes de la
Declaración de la Independencia, la Campana de la Libertad, o la espada de Washington.” Pero
no tenemos más que comparar el cuidado que se tiene de estos monumentos personales o
nacionales y el interés que despiertan, con la veneración que se da a las imágenes y reliquias
católico-romanas para notar la diferencia que hay entre los dos. La madre no se inclina ante el
cabello de su hijo, ni se postran los hombres ante las reliquias de Washington. Si así lo hicieran
nos encontraríamos con que las rodearían con los arreos del culto, y no se podría negar que las
adoraban. El Concilio de Trento en uno de sus decretos autorizó el arrodillarse, inclinarse o
postrarse ante las imágenes y reliquias, declarando al mismo tiempo que estos actos se dirigen a
las personas representadas y no a los objetos visibles. Aun concediendo que las inclinaciones,
etc., se dirigen a las personas, es culto y no veneración el que se les ofrece, y el culto está
reservado para Dios sólo. Los paganos besaban sus manos para dar culto al sol (2 Reyes 5:18), y
se postraban ante los dioses paganos para adorarlos (Isa. 44:14-19; Dan. 3:5, 10 y 15), y en los
países paganos se usan estos mismos actos de verdadero culto. No existiendo diferencia alguna
entre los actos del culto y la veneración romanista, ¿cómo y dónde se debe trazar la línea de
separación entre estas dos emociones? Afirmar que la veneración que Roma hace de María, los
ángeles y santos, con o sin imágenes y reliquias, no es culto, es sencillamente necio y falto de
honradez. No es más que un juego de palabras para encubrir su franca desobediencia a la Ley de
Dios.
Tenemos también que rechazar la afirmación de que las oraciones que se dirigen a las
imágenes, sean éstas de María o de los santos, no se dirigen realmente a las imágenes sino a las
personas que representan. Si esto es así, ¿por qué van cada año a la Virgen de Lourdes
multitudes innumerables en busca de curaciones, si en cada iglesia católico-romana existen
imágenes de esta misma Virgen María? En los países más civilizados puede ser que haya algunos
que se inclinan ante la imagen, mientras tratan sinceramente de adorar a lo que representan, pero
no es necesario estar muy familiarizado con el culto que se tributa a la imagen en los días de
fiesta, durante las procesiones que circulan por las calles en los países donde Roma ejerce su
poder, que da la inevitable impresión de que la mayor parte de los que así se postran adoran la
imagen o su reliquia. Además, las vergonzosas orgías de borracheras y otros excesos, que
acompañan estas fiestas, demuestran claramente que la “veneración” en ellas no difiere de la
idolatría de los países paganos.
A pesar de todas las protestas católico-romanas en contrario, no podemos menos de
concluir que el culto de la Virgen María y todos los demás es idolátrico.

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